jueves, 25 de marzo de 2010

Ver para no creer

Le propongo a mi hija , la de seis años, volver a El RINCÓN DEL GATO para jugar a mirar y opinar.
Sólo con nombrar el juego la predispongo a la observación, al análisis y al juicio, eso lo sé yo, ella ,no. Lo que para ella no es más que un juego para un adulto puede ser toda una lección.
Sucíntamente le cuento lo que va a ver, unas hojas de papel de arroz con caracteres en japones . Caracteres a los que llamo letras para clarificarle el término.
Nos posicionamos frente a la muestra de caligrafía japonesa que se expone este mes en la E.O.I.
Ella me mira y me sonríe para hacerme saber que está preparada. Yo hago un gesto con la cabeza y esa es la señal de que el juego acaba de empezar y ya no se puede hablar.
Qué puede medir esa pared, unos tres metros. La recorre de lado a lado, dos veces. Mira de arriba a abajo.
Yo la observo. Ella reacciona y lleva sus pequeños índices a la altura de las sienes alargando los rabillos de los ojos. No sabe de la diferencia entre chinos y japoneses pero reconoce como rasgo físico más característico de los orientales, la forma de sus ojos . Repasa otra vez las obras.
Yo voy interpretando su proceder y deduzco que con la imitación de dicho rasgo busca un camino , un medio hacia la comprensión, hacia el entendimiento y por lo tanto, hacia la instrucción. Pero está algo inquieta y a la vez inexpresiva, en estado de schock, bloqueada, diría yo.
¿Dónde está la a, la e, la i?¿Cómo se leen estas letras? Pregunta algo ansiosa, confusa.
Quiero ver su reacción ante lo desconocido, lo novedoso, lo ininteligible, lo inesperado, lo complejo en relación a sus parámetros educativos y culturales occidentales.
Estas letras son de un alfabeto diferente, son como... iba a decir dibujos, cuando me interrumpe y dice:
-Son cajitas. Son cajitas unas encima de otras, unas al lado de otras, unas con tapa, otras con lazo, unas abiertas, otras cerradas. Todas menos ésta, señalando la que significa toro.
Mamá ésta es una piruleta rota o mordida. Se apresura a decir con el convencimiento de estar en lo cierto.
-Me parece que no. Lée ese pequeño cartel. Ves, quiere decir toro, le aclaro.
-¿Así se escribe toro en japonés, mamá?.Me pregunta con tono de incredulidad.
Así que añade algo desilusionada:
_Vámonos mamá y cuando sepas leer las cajitas,ya volveremos.
Ahora sé que me estaba pidiendo ayuda para entender lo que miraba y pienso que, tal vez, no la preparé lo suficiente para entender lo que iba a ver o que tal vez es muy pequeña para apreciar todo lo que supone esta exposición como ésta.
Le he dado vueltas y yo aseguraría que llegó al fondo de la cuestión. Es decir, asumió que hay cosas inexplicables con su lógica, cosas que no puede entender porque no tienen relación o no equivalen a lo que conoce .
Curiosamente nada comentó del tamaño del papel ni del grosor de los trazos . No reparó en lo más evidente en los trazos, en la forma . Pero, en cambio, percibió lo esencial, que este tipo de caligrafía es un arte, representado con cajitas.Un arte que hay que saber leer, que hay que saber descifrar.
Pocas cosas son tan sinceras y transparentes como lo son las percepciones de un niño. Pocas cosas son tan sorprendentes e ingeniosas como pueden ser sus interpretaciones.
A los hechos me remito.

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2 comentarios:

  1. Todo esto me ha recordado a la boa que ha tragado un elefante en Le Petit Prince y que los mayores se empeñan en que sea un sombrero...

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  2. Y nos vuelven a recordar que debemos ver la vida con ojos nuevos. Sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Es la base de toda meditación, sobre todo la oriental...
    jaja, genial eso de las cajitas!!!

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